LAS PINZAS DEL PATIO

 

 

 

 

En el patio caen las pinzas de la ropa de algún Dios. Y de vez en cuando unos calcetines de rayas.

 

Es lo bueno o lo malo que tiene vivir en un primero. Acabas con tu propio baúl de los  recuerdos hecho de retales de todos los dioses del olimpo, plumas de gaviota y alguna toalla desteñida que les cayó a los del segundo.

 

Lo malo,  es que lo que la mayoría de humanos no saben, es que cada pinza de ropa de los dioses simboliza cada uno de los sueños que les son pedidos todos los días y que ellos ya no cumplirán.

 

Ser Dios debe de ser un trabajo gratificante; controlando a cada minuto que pasa, la vida, los deseos, los sueños y las ilusiones de toda la humanidad.

Pero los dioses también fallan; por eso yo tengo la terraza llena de pinzas verdes de la esperanza de algún bobo que todavía cree que vale la pena rezar.

 

Es triste que un deseo sea tan solo eso, un deseo; que a menudo no se cumple y se convierte entonces en nostalgia de lo que nunca sucedió. Y seguimos pidiendo, y seguimos añorando, sin saber que seré yo la que conserve todos esos deseos en una caja de zapatos guardada en el armario de la ropa sucia.

 

Supongo que si los dioses tuvieran menos adeptos, tendrían más cuidado al tender la ropa en el olimpo; y pintarían las pinzas de todos los colores vivos y alegres que pudiésemos imaginar. De esa forma,  habría pinzas azules, que inyectarían vitalidad a los enfermos, habría pinzas verdes que les darían esperanza a los vacíos, y habría pinzas rojas que les darían amor a todos los que lo necesitamos imperiosamente.

 

Pero no las dejarían caer, eso nunca; menudos dioses que arrojan los deseos sin cumplirlos; menudos bobos los que todavía tienen fe. Y al final la única afortunada soy yo, que estreno pinzas cada día, de colores pero en un tono mate y sin el brillo de una realidad mejor.

 

Si el destino es dirigido por fuerzas superiores, seríamos marionetas dirigidas con hilos hacia precipicios negros. Si el destino fuera escogido sin tener en cuenta el más allá, tal vez no hiciese falta desear, sino tener esperanza en que las cosas son solo obra y gracia nuestra.

 

Sin dioses al menos, yo no tendría que barrer todos los días.

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Una respuesta a LAS PINZAS DEL PATIO

  1. Sechat dijo:

     
    Me ha gustado ese toque de color y de humor que confieres a tu escrito. Es bonito pensar que cada pinza es un deseo lanzado al cielo, aunque no se cumpla. Supongo que yo soy una de esas bobas e ingenuas que hartas de la realidad circundante sueña con un amor o un poco de esperanza y no duda en invocar al dios más antiguo para que recoja el mensaje. Tampoco pasa nada si es otro quien hace acopio de mis deseos. No desespero y seguiré intentándolo. Un saludo.

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